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Como tratar a la obesidad infantil

10 Dec 12 - 12:27


La obesidad infantil





En la definición de obesidad para niños no existe un consenso amplio como en los adultos. Valorar la obesidad pediátrica no es tan obvio como parece, pero ya existe una aprobación en donde se recomienda que debe usarse el IMC para la práctica clínica y epidemiológica.

Ya están disponibles en muchos países datos de referencia nacionales de IMC, mientras que las definiciones de IMC mayores que el percentil 85 (sobrepeso) y 95 (obesidad) son ampliamente utilizados y recomendados. Tienen, además, tasas bajas de falsos positivos.

Valorar el IMC en niños requiere puntos de corte diferentes de los de los adultos. Los valores de IMC en niños son más bajos que en adultos y su interpretación depende de la edad del niño, ya que este índice es muy cambiante durante el desarrollo. La interpretación del IMC en niños requiere que se apliquen puntos de corte a la distribución del IMC.

Existe este tipo de curvas y las más recientes utilizan el método de Cole y col, quienes ajustaron la distribución de IMC que permite su expresión como un percentil exacto o una puntuación de desviación estándar. Cole y col utilizaron, para elaborar su distribución datos de seis países: Brasil, Gran Bretaña, Hong Kong, Holanda, Singapury Estados Unidos.

La tendencia familiar hacia la obesidad es clara. La probabilidad de que un niño obeso lo siga siendo en edad adulta es del 50%, y si es adolescente aumenta hasta un 70%. Perusse considera que la heredabilidad de la obesidad varia dependiendo del fenotipo obeso estudiado, la naturaleza de los datos familiares y los métodos utilizados para estimarla; asimismo, menciona que la estimación de heredabilidad es alta (50-80%) en estudios en gemelos y disminuye (10-30%) cuando es derivado de estudios en sujetos adoptados.

Riesgos asociados con la obesidad infantil: Es una enfermedad con múltiples patologías asociadas, una de ellas es la diabetes tipo 2 que habitualmente se consideró un padecimiento en poblaciones adultas, sin embargo, la incidencia en niños y adolescentes se ha incrementado.

Sinha R, y cols informaron una prevalencia elevada de intolerancia a la glucosa oral (IGO) en niños y adolescentes obesos, 25 y 21% respectivamente, en edad de 4 a 18 años. Una característica clínica de la IGO es la acantosis nigricans que es una hiperpigmentación en ciertas partes del cuerpo (cuello, axilas e ingles), la prevalencia en sujetos con IGO es del 25%. En niños con IGO la presencia de acantosis nigricans es evidente, por lo tanto, es recomendable incluirla en la exploración física de rutina, para detectar el deterioro de la tolerancia a la glucosa en niños y adolescentes con obesidad.

Young y cols realizaron un estudio en niños y adolescentes de 4 a 19 años de edad encontrando prevalencias elevadas de obesidad, 64% en mujeres y 60% en hombres que superaban el percentil 85 y en aquellos que excedían el percentil 95, 40 y 34% respectivamente. Ellos concluyen que la obesidad en niños incrementa el riesgo de padecer IGO y diabetes tipo 2. Por su parte, Arslanian menciona que los riesgos de padecer diabetes tipo2 en la infancia son: obesidad, historia familiar de diabetes tipo 2, pertenencia a grupo étnico minoritario, pubertad (edad promedio de diagnóstico, 13.5 años aproximadamente), sexo femenino y características del síndrome metabólico.

Por otro lado, la obesidad infantil es un factor de riesgo para padecer hipertensión arterial. Sorof y Daniels informaron que los niños con obesidad tienen 3 veces mayor riesgo de padecer hipertensión que los niños sin sobrepeso. Asimismo, factores genéticos, exceso de azúcares y estrés están asociados con el desarrollo de hipertensión infantil. Sun y cols, encontraron que en niños de 4 a 14 años de edad, el peso corporal, colesterol total y glucosa en ayuno tienen efectos significativos en la presión arterial sistólica, mientras que la edad, colesterol total y LDL tienen efectos sobre la presión arterial diastólica.

Los niños con obesidad, diabetes e hipertensión, entran en un círculo de enfermedad perpetua y aseguran el origen de eventos cardiovasculares, ya que el deterioro del perfil de lípidos es claro. Glowinska y cols realizaron un estudio en niños y adolescentes de 4 a 20 años de edad con obesidad, hipertensión o diabetes, ellos informan que los niños con obesidad e hipertensión tienen niveles significativamente elevados de colesterol total y LDL. Asimismo, niños con antecedentes familiares de eventos cardiovasculares presentan mayor concentración de lipoproteína (a) y en conjunto con el IMC pueden ser predictores para un evento cardiovascular.

Tratamiento: No sólo consiste en la participación del niño u adolescente en diversos programas, sino que los familiares a cargo del menor deben de estar involucrados. El apoyo familiar es una pieza importante para que los programas encaminados a una pérdida de peso sean efectivos. Flodmark y cols informaron que la terapia familiar en un grupo de niños de 10 a 11 años de edad, coadyuva a un mantenimiento o reducción de peso en estos niños en comparación con aquellos que no recibían la terapia. Si al menos un familiar acompaña al niño u adolescente durante su tratamiento, las posibilidades de éxito aumentan.

Disminución de la ingestión calórica: En niños con sobrepeso u obesidad una reducción mínima en la ingestión de energía es recomendable y sólo en aquellos mayores de 6 años. Esto puede ser mediante la disminución de alimentos con gran contenido de azúcar y grasa, bebidas azucaradas o refrescos, así como limitar el tamaño de ración de estos cuando se consuman. La llamada “comida rápida”, las botanas y demás alimentos preparados contienen una densidad calórica elevada. Los hábitos familiares del consumo de frutas y verduras sobre los azúcares y grasas, ayudarán a un fácil apego del niño al plan de alimentación y previene un consumo excesivo de calorías.

Actividad e inactividad física: El ejercicio físico por si sólo no tiene suficiente efecto en el manejo de la obesidad infantil, pero si es combinado con planes de alimentación saludables las posibilidades de éxito a largo plazo se ven incrementadas.

Las dificultades asociadas al abandono del programa de ejercicio físico por parte de los niños con obesidad son muy similares a las de los adultos, sin embargo, estas conductas deben evitarse. Incluir a los niños en equipos deportivos, incrementa su actividad física, pero si un miembro de la familia realiza cualquier tipo de ejercicio físico con el niño fuera de la acostumbrada rutina, esto mantendrá una actividad elevada en el niño lo cual favorecerá la reducción de peso o la no-ganancia del mismo.

La vida moderna ofrece el apego de actividades con limitado esfuerzo físico. En los niños ciertos hábitos sedentarios son muy comunes, por ejemplo, los juegos de vídeo, la computadora, y la televisión. Largos periodos son destinados a estos hábitos y se han asociado con el incremento del consumo de alimentos ricos en grasa y azúcares. La reducción de estos tiempos de inactividad y el aumento del movimiento tendrán un efecto positivo en el control de peso y por lo tanto en la salud física y mental del niño.

Referencia: www.medyspa.com

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